Autoridades presentes, Cuerpo Docente de la Escuela Wenceslao Posse y de escuelas invitadas a este acto, pueblo de Esperanza , alumnos:
Recordar a los hombres que hicieron este País, cobra en los tiempos actuales una dimensión esencial.
La semana pasada tuve la suerte de poder brindar a los alumnos de este establecimiento una charla que comenzó con un interrogante.
Les pregunté: ¿cual de los aquí presentes será el nuevo Wenceslao Posse,? a lo que todos se miraron extrañados.
Cuando Wenceslao Posse era niño, no existían escuelas en el pueblo de San Miguel de Tucumán de 1817. Apenas se impartían en el Convento Franciscano algunas clases de primeras letras donde las mismas se dibujaban en un cuadrado de arena mojada.
Por entonces Tucumán, era una aldea polvorienta, sin industrias significativas. Allí la vida era lenta y monótona.
Pero había en Wenceslao Posse, un espíritu visionario y creador que lo hacía un joven emprendedor.
A los 14 años se subió a una carreta (como un personaje de Edmundo Damicis) y se dirigió a tentar fortuna a Chascomús (por entonces, la frontera con el indio).
Comenzó a progresar económicamente, cuando al tiempo, se confabuló con el grupo rebelde que produjo La Revolución de los Libres de Sur contra la tiranía de Juan Manuel de Rosas en 1839. Fracasada ésta volvió a Tucumán donde fue cabecilla de la Liga del Norte en 1841, la que tuvo un trágico final en la batalla de Famaillá. Esto lo obligó a exilarse en Bolivia por 4 años donde pasó miserias sin cuento y soportó persecuciones.
Volvió a Tucumán en 1845 y junto a su esposa, Doña Tomasa Posse de Posse, fundaron un rudimentario ingenio azucarero, contando con un burdo trapiche de palo tirado por bueyes.
POR ENTONCES NO EXISTÍA EL CRÉDITO NI LOS SEGUROS, SE CARECÍA DE MONEDA UNIFORME, NO HABÍA CAMINOS Y LOS ASALTANTES SE APODERABAN DE LAS CARAVANAS SIN CUSTODIAS (escenografía muy parecida a la actual por cierto). Pero aún así, Posse a fuerza de mucho esfuerzo y trabajo intenso fue conformando las bases de una moderna fábrica.
Para ello, en la década de 1860, años antes de la llegada del ferrocarril, empeñó todas sus posesiones para comprar las primeras máquinas centrifugas a vapor que conoció la Argentina.
LAS ENORMES PIEZAS TRAIDAS DE INGLATERRA SE desembarcaron en el puerto de Rosario y se pusieron en enormes carretones armados al efecto de cada pieza. Desde allí, el convoy se dirigió a Tucumán abriéndose picadas en los montes, armando puentes en ríos bravos y atravesando salinas y desiertos, sorteando la agreste geografía de entonces. A veces la tropa era diezmada por enfermedades, entre otras calamidades.
Cuando la caravana se acercaba a la ciudad, fue desviada para cruzar por su plaza principal mientras las campanas de todas las iglesias fueron lanzadas a vuelo ya que llegaba la Revolución Industrial a Tucumán, ingresando ésta a la era del progreso.
Así fue como la industria azucarera tucumana se constituyó en la primer industria pesada de la Argentina y de la América del Sud.
Para tener una idea de lo que significó este salto revolucionario en la provincia, basta consignar que en la EXPOSICION INTERNACIONAL DE CHICAGO DE 1893, el azúcar de Esperanza ganó el PRIMER PREMIO AL MEJOR PRODUCTO (rubro azúcar) DE LA MUESTRA. Entre otros logros destacables está el hecho que en el ingenio Esperanza existía luz eléctrica antes que en Bs. As gracias a los generadores de la fábrica, o que allí se fabricó el azúcar pilé, esto es en pancitos, por primera vez en el hemisferio.
Pero la cosa no terminó allí: W. Posse fue elegido gobernador y desde ese puesto fundó una veintena de escuelas, creó hospitales, puentes, caminos y teatros.
Como amigo de Sarmiento y colaborador de su obra educativa, donó mucho dinero para la fundación de escuelas entre ellas una en la parroquia de San Miguel en Buenos Aires, la que luego llevaría su nombre.
Pero la actividad pionera de Posse continuó ya que en su ingenio normativizó las primeras leyes protectoras de sus empleados al punto que el informe Bialet Massé de 1904 ( ya fallecido Posse) establecía que en el ingenio Esperanza el obrero que habiendo cumplido 60 años demostraba 15 años de trabajo en la fábrica, tenía derecho a una jubilación, asimismo el que quedaba incapacitado recibía pensión y destacaba: UNICA CASA EN LA REPUBLICA QUE HACE ESTO. Se entiende que por entonces no existían leyes laborales que protegieran a los obreros. En el Ingenio Esperanza se pagaban los jornales más altos de la industria, existía el descanso dominical y sus empleados vivían en casas espaciosas, algunas de las cuales aún se conservan y fueron las que dieron origen al pueblo que creció alrededor de la fábrica.
En el ejemplo imperecedero de Wenceslao Posse, comprendemos como es que una sóla persona puede hacer la diferencia, QUE CUALQUIER VOLUNTAD EMPEÑADA HACIA UN OBJETIVO CLARO PUEDE ROMPER LA MAYOR BARRERA Y PRODUCIR CAMBIOS REVOLUCIONARIOS, LOS QUE SERÁN PROVECHOSOS PARA SU COMUNIDAD.
Por ello, niños de Esperanza, nunca se den por vencidos, luchen, estudien y trabajen con tesón. Hagan carne en sus vidas, que una gota en una plancha de mármol no le hará a ésta nada , pero que muchas gotas en el mismo punto terminarán por agujerear el mármol. ¡Saber que se puede cambiar las cosas para mejor¡.
Desde el bronce, Wenceslao Posse es nuestro modelo, un oriente, una guía, alguien en quién inspirarnos.
Es bueno saber que en episodios tan o más graves que los actuales, hubo gente con visión que transformó el desierto en un vergel. ¡Si tan sólo tuviéramos un puñado de ellos!....¡Cuan distinto sería todo!!!. En Uds niños ví que no todo está perdido. LA SEMILLA DE LA ESPERANZA que mi bisabuelo sembró en ese pueblo azucarero hace más de 150 años, está latente, esperando que alguien la tome y la haga germinar, para luego florecer. En un nuevo renacimiento...
Hoy vuelvo a preguntarles: ¿Cuál de Uds. será el próximo Wenceslao Posse?..
Muchas gracias.
Agradezco como descendiente del industrial y filántropo tucumano Wenceslao Posse, que este blog se ocupe de su memoria.
ResponderEliminarLic. Pedro García Posse historiador UNLP